Del yo al nosotros: lo que cambia cuando pasas de autogestionarte a liderar un equipo

Muchos profesionales destacan en su trabajo individual. Son técnicos extraordinarios, se organizan, cumplen o superan objetivos y resuelven problemas. Pero cuando llega el momento de liderar un equipo, descubren que lo que antes funcionaba ya no basta.

Liderar implica un cambio de mirada:

Ya no se trata de centrarse solo en uno mismo, sino de crear las condiciones necesarias para que otros puedan dar lo mejor de sí. No es únicamente coordinar tareas, es trabajar con lo que no siempre se ve: emociones, vínculos y dinámicas relacionales que sostienen o bloquean el desempeño colectivo.

Ese tránsito del yo al nosotros exige transformaciones profundas. Pasar de la responsabilidad individual a la responsabilidad compartida. De ejecutar con excelencia a generar visión y confianza. De destacar en lo propio a facilitar que el equipo brille.

En ese camino aparecen retos invisibles:

Patrones de relación que nadie nombra pero todos sienten, tensiones soterradas, conversaciones pendientes. El liderazgo consiste en aprender a reconocer esas señales, darles significado y transformarlas en energía constructiva para el equipo.

Además, liderar no es aplicar un estilo fijo. Es disponer de una paleta de energías que se activan según las personas y el contexto: marcar rumbo, acompañar, sostener o impulsar. Elegir qué energía poner en juego en cada momento es parte del arte del liderazgo.

En procesos de coaching ejecutivo y de equipos acompaño precisamente esa transición. Ayudo a entrenar una mirada que detecte lo invisible, que conecte los puntos dispersos y que permita ver más allá de lo evidente. Porque el liderazgo, al final, no se mide solo en resultados numéricos, sino en la calidad de las relaciones, en la confianza que se construye y en la capacidad de generar bienestar y compromiso.

Mirar distinto el liderazgo es comprender que no se trata de ti, sino de lo que enciendes en los otros.

 

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